Un muro tras la puerta

Abres la puerta

y tras ella

encuentras un muro de piedra.

Golpea, golpea.

Tal vez aún te espera.

¿Crees que merece la pena?

¿Es que no escuchas su risa?

Una carcajada perversa.

Satisfacción ante el sufrimiento 

que sabe que a pesar de todo

en ti la espera genera.

Dices que aún sientes,

percibes su amor.

No entiendo como después de todo el daño,

de toda la humillación,

todavía aseguras que algo así

en algún momento existió.

Ceguera intencionada o ceguera fingida.

¿Cómo es posible que no lo entiendas todavía?

Está claro, es evidente.

¿Para qué vais a cuidar,

para qué vais a proteger

algo que ninguno de los dos valora?

El uno para el otro una enfermedad,

que cada uno de vosotros debería superar.

Si la metáfora es tan clara,

¿por qué no os dais libertad

y el uno al otro os dejáis marchar?

No me digas que ese siempre fue vuestro modo de vivir,

que así sentís los dos  algo similar a ser feliz.

Pero esto es sólo un sin vivir,

una existencia vacía.

Dolor, humillación…

¿De verdad podéis encontrar en todo ello

algo parecido al amor?

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